Empecé a odiar los espejos porque ya no reflejaban, a odiar las miradas porque ya no transmitían, a odiar las palabras porque ya no decían, a odiar el aire porque nos asfixiaba, a odiar las charlas porque nos ensordecían, a dejar de caminar porque nos dolían los pies, a dejar de volar porque el miedo fue más fuerte, a dejar de reír porque nada ahora es gracioso, a dejar de contar los años porque me parecía absurdo, a no recordar porque vivía en pasado, a dejar de planear porque nos aburría el saber, a hacer las cosas mal porque ustedes así lo quisieron, a odiar el mar por mera envidia, a los barrios porque desataban recuerdos, a odiar los vestidos porque siempre eran problemas. Y empecé a creer sólo en nosotros porque ya no había más que odiar...

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